viernes, 28 de agosto de 2015

Camiones Que Asustan.



     Trece camiones muertos. Asesinados. Trece elefantes que se inclinaron ante los ojos de sus dueños o choferes cuando el fuego les consumió lentamente la vida. 
     Una máquina que se estremecía llena de vida cada mañana, cada día. Una máquina que nos ofrece su fuerza para realizar un trabajo, una máquina que nos lleva donde queramos, un máquina fiel que solo pide un buen trato y atención a sus necesidades básicas. Una máquina que muchas veces es el único instrumento para llevar el sustento a una familia.  ¿Todo esto lo sabrá el encapuchado, símbolo de la cobardía, y que borracho de ideales enciende la bomba “molotov”, palabra nacida en la cuna de la aberración, y la lanza inflamándose como un ángel de la muerte?

         No. No lo sabe porque está ahíto con la idea de que tiene el DERECHO de a hacerlo. No sabe lo que siente ese hombre -- con los brazos alzados y apuntado por el fusil-ametralladora de última generación… si… última generación…  que porta en ese momento un pobre diablo que si no fuera por los poderes ocultos que hay detrás de todo esto no tendría ni siquiera un palo para hacerse el valiente -- cuando ve como esa máquina, donde vivió la mayor porte de su vida, se transforma en presa y trofeo de estos “patriotas internacionales”
    Si, trece, de los cientos que queman al año en nombre de la igualdad, en nombre de los mapuches, en nombre de un pueblo que solo quieren JUSTICIA con mayúscula y paz.  Sin olvidar la gran deuda que tiene el estado con ellos y con los demás chilenos desposeídos y humillados (casas Copeva) en un país de triunfadores entre comillas. Y no este baile de máscaras y que se convierte en orgía demoniaca e injusta. Un camión destruido es un empleo que se hace humo.
    Sin embargo cuando estos espectros se levantaron y se dirigieron a al corazón del país para mostrar su realidad a los responsables de ella... estos pobres se asustaron. Miraron su destino. Y se enredaron, se confundieron, hicieron ademanes de gente asustada, sus rostros palidecieron, y sus mentiras crecieron y sus escusas se agrandaron y buscaron justificación, porque no solo vieron los camiones quemados injustamente sino también el recuerdo de otros camiones que un día les hicieron temblar el alma.
   Camiones muertos que asustaron a los seudo poderosos… porque no lo son… solo son oportunistas como las plagas. Están ahí porque bajamos las defensas… creímos que no votando era una forma de castigarlos, pero nos equivocamos… y ahora todo es un caos… no hablo de la corrupción de los políticos sino del poder que les dimos para terminar el sueño de Allende, como lo declaró la presidenta; para emular la patria de Bolívar como lo hizo ayer Chávez y lo continua hoy Maduro sin importarle un bledo el pueblo. Es curioso porque yo, sin darme cuenta, vi todo el proceso de la caída de Venezuela y no podía no exclamar… ¡es la UP mi madre, es la UP!… a través de un canal que, como el último gladiador, luchó hasta que fue derrotado por dentro, la única manera, tal como Troya y su caballo. Globovisión. Honor al caído.
   Y esos que están ahí, en un lugar que no les corresponde, apretando los dientes y con los ojos cerrados destruyendo a Chile… ayer... si, ayer, tuvieron miedo. Tuvieron miedo de trece camiones muertos.  Y que cuando, temblorosos, autorizaron su paso a la mitad de ellos… la caravana cruzó la ciudad sin un solo desorden... aparte del alboroto de los rojos locos que vieron en ellos su derrota...  y sin que se detuviera el tránsito en ningún momento, como lo proclamaban en voz en cuello. Nada. No sucedió nada. La carta fue entregada y después silencio y calma.
       ¿Qué les pasó? ¿Qué hizo que temblaran como hojas? Solo hay una sola respuesta clara y concisa… tuvieron miedo porque la criminal muerte de una sola de estas máquinas representa mucho para un pueblo esforzado y honesto como el chileno. Y ahora, por más que trataron de impedirlo, estaban ahi... los muertos... frente al mundo, ya no se podían ocultar tras la indiferencia y la distancia.  Y tuvieron miedo de que sus sueños de paja también se hicieran humo… lo que no va a dejar de ser cierto, porque ayer saltó una chispa muy cerca, muy cerca y porque nunca es tarde. Nunca es tarde.


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Nostalgia de un viejo puerto.














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