lunes, 17 de noviembre de 2014

Crónica de un Fracaso Anunciado.






Un metro longevo. Un metro que abrió sus vías por medio de inmensas excavaciones por allá, lejos, antes golpe de estado. Enormes cerros de tierra y escombros y profundos socavones que asombraban al santiaguino anticiparon su llegada. Desaparecen calles que siempre estuvieron ahí. Calles que incluso formaron parte de nuestra vida juvenil. Calle Castro… donde vivimos varios años de nuestra juventud. Y de una primera línea con estaciones verdaderamente espectaculares que daba la sensación de entrar a continúas catedrales bajo tierra y que con los años pasó a ser una red con intenciones de cubrir todo el espacio donde existia la necesidad de movilizarse. Un gran e indispensable medio de transporte de lujo y moderno que a partir del fracaso del sistema de transporte, el transantiago, implementado por el gobierno de turno, se convirtiría en la tabla de salvación para muchos responsables. El anterior, estaba conformado por una sinfonía de máquinas amarillas con distintos años de usos y con evidentes fallos, por lo cual, en un momento dado, las autoridades exigieron renovarlas. Muchos empresarios si lo hicieron, pero también muchos
pequeños empresarios que contaban con dos o tres máquinas solo les cambiaron de color y les hicieron algunas reparaciones urgentes. Aparte, la necesidad de mantenerse a flote económicamente junto al permanente peligro de quiebra los impulsaba a prácticas algo fuera de la ley. El estado no intervenía en ese aspecto, solo para regular y controlar lo que claramente no cumplía. Y de alguna manera el día a día de este sector era una verdadera batalla por capturar el pasajero y recaudar utilidades. El clamor de un cambio radical se escuchaba en cada esquina de la ciudad avalado por la incomodidad de los pasajeros, la pésima mantención de las máquinas y el temor a la velocidad que le impelían los conductores provocando accidentes con consecuencias fatales cuando iniciaban verdaderas carreras en las rutas asignadas. Mientras tanto el metro reluciente e impoluto mantenía una cantidad de usuarios muy acotadas. Generalmente al medio día, matrimonios de edad avanzaba, con gran tranquilidad subían a los cómodos carros, siendo normalmente la secuencia de trenes de veinte y algo más minutos de intervalo. El metro era algo intimidante y muchos, incluyéndome, nos sentíamos más tranquilos en las familiares micros amarillas. Y el clamor creció y el interéz de muchos también... era un terreno muy codiciado esconomicamente y los políticos escucharon el clamor, pero también lo escucharon los grandes holding internacionales. Y se estudió la forma de instaurar un moderno sistema ya probado en otros países. Sin embargo por alguna razón quisieron echar todo al saco de una sola vez. Se sabia que en otras capitales habían comensado a implementarlo por comunas, es decir por sectores reducidos y más manejables, aquí no... todo el gran Santiago fue objeto de este experimento. Pronto y con una tenaz oposición de los antiguos actores, es decir toda la camada de  medianos y pequeños empresarios micreros como se les llamaba y que sabian a ciencia cierta que este movimiento de cartas les dejaria, inevitablente, fuera del juego... se licita  toda una estructura de redes de transporte. El transantiago. Pasados los plazos y tal como todos sabían, dos o tres grandes fortunas se quedaron con este suculento y jugoso proyecto. El gobierno hace lo posible para dar conocer este nuevo sistema de transporte involucrando incluso, me imagino que a cambio de una gruesa suma, al jugador Iván Zamorano una imagen cercana y apreciada por la gente… para dar conocer por medio de spot las bondades de lo que se venía. En todo caso él no es responsable en ningún aspecto. Bien… todo miel sobre hojuelas. Se firmaron contratos. El gobierno se comprometía a implementar todo para recibir esa nueva maravilla y los pocos afortunados a echarla a andar con todos los recursos necesarios. Y para más seguridad… la mágica clausula que defendía el proyecto y que indicaba… si uno de los dos no cumplía con el contrato y que, por lo mismo, no se echaba andar el nuevo transantiago en la fecha estipulada en el documento… debía pagar una altísima suma de dólares. Perfecto... contrato firmado... todos contentos, sonrisas, apretones de manos y fotos por doquier... mientras tanto Zamorano seguía pregonando acerca de ese algo nuevo y poderoso que venía a resolver todos los problemas de una ciudad atosigada. Y el tiempo pasó y cuando ya estábamos cerca de la fecha de inicio… la presidenta, confesaría después, ya muy tarde, que tuvo dudas de echarlo anda. Ya a esa altura del partido los principales involucrados ya sentian un mal presagio, no cabe duda, pero como nadie quería pagar las altas multas y que deduzco que ésta nacía de no echar andar el proyecto y no, de echarlo andar... sin importar alguno que otro detallito... y ese día estalló la debacle. Y todo el peso, toneladas, de esta debacle lo recibió el metro de Santiago. La calma de sus plácidos días desapareció tras la multitud de desesperados nuevos usuarios que angustiados ante la necesidad de acudir a sus trabajos y entonces, el metro, se vio de la noche a la mañana ante una circunstancias no prevista. 

Carros atestados… gente gritando por subir… amontonadas en las entradas de las estaciones… y la televisión gravando cada segundo de este desastre tanto en las estaciones del metro como en las calles. Mientras que entre este mar humano, se movían las largas y extrañas orugas que los agobiados conductores trataban de maniobrar sin lograrlo causando la hilaridad de la gente cuando quedaban trabadas en la angostas calles que no habían sido adecuadas… uno de los puntos de los muchos que no se cumplieron por ambos lados… exigidos como  fundamentales para echar a andar el sistema. 
Y el metro se fue adecuando a la exigencia. Más frecuencia en los recorridos, más carros, más funcionarios para poder controlar la arrolladora fuerza que diariamente invadía los andenes y que como un mago movió sus cartas y con diestros movimientos logró sortear el escollo, mantener y dar servicio a la ciudad. Sería largo nombrar la lista de ideas que logró dicho objetivo. Mientras el gran sistema llamado Transantiago aún no logra remontar y tras ya largos años los extraños buses con sus más extraños asientos hechos para gente menuda fueron deteriorándose lentamente a vista y paciencia de todos… a pesar de que cada año el estado entrega grandes cantidades de dinero a las empresas licitadas con la escusa de mantener el precio de los pasajes y tapar el hoyo financiero provocado por la gran evasión en que incurren los usuarios. 
Pero nada se habla que no implementaron las vias exclusivas, de la baja construcción de paraderos, de la escasa cantidad de buses por muy debajo de el número adecuado para movilizar con cierta comodidad a los usuarios y otros detallitos menores que no impidio... a pesar de los contratos que indicaban lo contrario... echar a andar tamaño proyecto. Como consecuencia y al no poder mejorar su servicio le es imposible todavía rescatar la enorme cantidad de pasajeros que emigraron al metro, el que continúa sosteniendo el peso de su fracaso. Por su lado el metro de Santiago a pesar que ha implementado un gran número de mejoras para poder destrabar el problema... no ha renovado su estructura, especialmente las primeras líneas. Y por eso mismo ya comienza a dar muestras de agotamiento y los sistemas eléctricos básicos para su funcionamiento comienzan a fallar. Corte de corrientes de extremo a extremo de las dos principales líneas. Pasajeros bajando apresuradamente de los carros e invadiendo las calles para encontrar algun medio de movilización para llegar a sus destinos, mientras la televisión nos mostraba una inquietante nube de humo que salía de algunos de los respiraderos de los túneles. Renovar al menos el cincuenta por ciento del metro seria lo adecuado antes que una funesta noticia con decenas de muertos nos estremezca a todos y ahí, recien ver a los responsables correr y hacer lo que se debió hacer hace mucho tiempo. También y esta vez con seriedad, reestructurar todo nuevamente a costa de astronómicas cifras, mientras las necesidades de la población como hospitales, colegios, pensiones, viviendas siguen esperando con paciencia de oriental. El metro se agota porque no fue pensado para ser el único sino un complemento, una vía alterna bajo el suelo y que posiblemente con el tiempo llegaría abarcar el trasporte de la mayoría de la población, pero no estaba preparado para recibir una embestida igual. En todo caso el fiel animal cumplió su tarea, pero ya da muestras de agotamiento mientras afuera, en las calles, bajo el sol de noviembre, se sigue escribiendo a costa de los sufridos santiaguinos la historia que no termina de un fracaso anunciado y que una presidente no quiso detener.   

      








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