Chile negoció siete veces, su territorio por intereses económicos
El presidente de Chile, Sebastián
Piñera, afirmó en la Celac que su país no negocia soberanía por intereses
económicos, la historia desmiente esa aseveración.
Ese país negoció con Bolivia territorios
soberanos por canjes no territoriales por siete veces.
La Razón (Edición Impresa) / Ricardo Aguilar
Agramont / La Paz
10 de febrero de 2013
El Estado chileno negoció una salida al
mar con Bolivia a cambio de diferentes compensaciones económicas al menos siete
veces en la historia,
según rememora el diplomático y
economista Andrés Guzmán, que contradice lo que expresó el presidente de
Chile, Sebastián Piñera, ante el plenario de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y del Caribe (Celac), cuando dijo: “Los temas de soberanía no
se negocian, excepto por intereses económicos”.
El Mandatario sobreinterpretó las
declaraciones del presidente Evo Morales, que invitaban a compartir el gas
boliviano “una vez solucionado el tema marítimo”.
Lo cual fue erróneamente entendido por
Chile como un ofrecimiento de “gas por mar”.
En efecto, en entrevista con Animal
Político, el expresidente Carlos Mesa corroboró esto: “El Presidente dijo que
una vez resuelto el tema mar, podemos compartir el gas, uno de los pocos
recursos que Bolivia tiene; pero una vez resuelto, cuando hayamos resuelto el
tema del mar podemos hablar del tema gas”.
La apreciación de Piñera lo condujo a
afirmar: “Chile está dispuesto a dar facilidades para un gasoducto, para un
polo industrial, dar extensiones tributarias para que Bolivia pueda hacer el
mejor uso que estime para su gas. Pero hay algo donde quiero que usted no se
equivoque, presidente Morales: los temas de soberanía no se negocian por
intereses económicos”.
De tal modo, Piñera rechazó una
propuesta que Morales nunca hizo y negó que su país haya negociado antes por
intereses económicos.
Esto, según Guzmán, es sencillo de ser
refutado, pues para Chile hacer lo que su Presidente niega más bien “ha sido
una conducta recurrente desde 1895”.
1. El primer antecedente de una negociación territorial por intereses
económicos de Chile se realizó en 1895, según el
diplomático, y consta en el “Tratado Especial Sobre Transferencia de
Territorio de 1895”, firmado por Bolivia y Chile.
En ese
tiempo, aún no se había definido a qué país irían a dar los territorios de
Tacna y Arica y había un plebiscito entre Chile y Perú para determinar el
conflicto.
El artículo 1
del tratado dice: “Si a consecuencia del
plebiscito que haya de tener lugar, en conformidad al Tratado de Ancón o a
virtud de arreglos directos, adquiriese la República de Chile dominio y
soberanía permanente sobre los territorios de Tacna y Arica, se obliga
transferirlos a la República de Bolivia, en la misma forma y con la misma
extensión que los adquiera, sin perjuicio de lo establecido en el artículo.
II. La
República de Bolivia abonará como indemnización por dicha transferencia de
territorio la suma de cinco millones de pesos de plata, de 25 gramos de peso y
nueve décimos de fino, quedando especialmente afecto para responder a este pago
el 40% del rendimiento bruto de la Aduana de Arica”.
El artículo 4
del mismo documento dice:
“Si la República
de Chile no pudiese obtener en el plebiscito o por arreglos directos la
soberanía definitiva de la zona en que se hallan las ciudades de Tacna y Arica,
se compromete a ceder a Bolivia la caleta de Vitor, hasta la Quebrada de
Camarones, u otra análoga, y además la suma de cinco millones de pesos de plata
de 25 gramos de plata y nueve decimos de fino”.
Guzmán
explica que el acuerdo no prosperó porque los parlamentarios bolivianos
impusieron condiciones que luego fueron rechazadas por Chile. “La poca visión
de los congresistas de ese momento dejaron pasar esa oportunidad”, juzga.
Con la pérdida del Pacífico tan fresca, se sentía que se tenía derecho a
todo.
2. “La segunda vez fue en 1920, cuando
Chile y Bolivia firman un acta protocolarizada”.
En esa ocasión,
el representante chileno (ministro plenipotenciario en La Paz, Emilio Bello)
que había participado en el Tratado de 1904, firma en La Paz con el canciller
Carlos Gutiérrez, un acta en el que se compromete a ceder al país una parte de
Arica a cambio de un pago por ese territorio. “Luego hay
un golpe de Estado en Bolivia y queda en nada”.
El libro de
Jorge Gumucio Granier EEUU y el mar dice: “William F. Montavan, agregado
Comercial americano en Lima, informó al Departamento de Comercio en Washington
que había visitado Quito en enero y entrevistó al ministro chileno en esa
capital, Víctor Eastman Cox, quien le había comunicado su posible traslado a La
Paz con el fin de negociar un arreglo con Bolivia sobre la cuestión portuaria
en base al siguiente plan:
Primero:
Concesión de un puerto y acceso libre al mar, posiblemente el puerto de Arica.
Esta
concesión sería garantizada por un acuerdo internacional que debía incluir el
mayor número de repúblicas americanas, inclusive las naciones miembros del ABC.
Segundo: Pago
justo de Bolivia a Chile por la sección chilena del Ferrocarril Arica La Paz,
así como las terminales portuarias y otras obras públicas ubicadas en Arica y a
lo largo de la línea férrea”.
La alusión a
un “pago” es por demás elocuente.
3. La tercera ocasión se daría en
1923, sigue Guzmán.
No quedan
registros documentales en este caso, sólo restan unas cartas, aunque es sabido
que se hablaba de una compensación económica.
“El canciller
chileno Luis Izquierdo negociaba con el enviado especial de Bolivia, Jaimes
Freyre, y se hablaba de que Chile estaría dispuesto a solucionar el tema a
cambio de compensaciones no territoriales”.
Una respuesta
de Izquierdo menciona vagamente unas “compensaciones”: “El Tratado de Paz no es revisable [...]
No obstante [...] mi gobierno sigue manteniendo el propósito de escuchar con el
más elevado espíritu de conciliación y de equidad [...] sin modificar el
Tratado de Paz y sin dejar interrumpida la continuidad del territorio chileno [...], el Gobierno de Chile pondrá el mayor
empeño en concertar con el de V. E., en vista de las proposiciones concretas
que Bolivia presenta [...] las bases de una negociación directa que conduzca,
mediante compensaciones mutuas y sin el desmedro de derechos irrenunciables, a
la realización de aquel anhelo”.
Lo que quería
en ese momento el país (Bolivia) era revisar el Tratado de 1904 para recuperar
los territorios que se habían perdido, a lo cual Chile se negaba y “ofrecía
algo menor”, de tal modo que las negociaciones no avanzaron, indica Guzmán.
4. La cuarta vez
fue en 1926, cuando el secretario de Estado de
Estados Unidos Frank Kellogg propone a Perú y Chile que cedan parte de Tacna y
Arica a Bolivia.
Esa propuesta
surge en momentos en que esos territorios seguían sin ser definidos. Estados
Unidos interviene y plantea que se dé al país esa superficie a cambio de una
compensación económica para ambos países. “Chile aceptó
la propuesta, sin embargo, Perú la rechazó y se frustró la negociación. Esto es importante porque muestra que el Estado chileno aceptó que Bolivia
reciba territorio a cambio de dinero”.
De acuerdo
con el estudio de Gumucio, el canciller chileno Luis Barros expresó al
embajador estadounidense Collier —quien hacía de mediador entre Perú y
Chile—que la mejor posibilidad para un arreglo diplomático sería la división
del territorio, dejando el área norte y la ciudad de Tacna para el Perú y el
área sur con Arica para Chile. En este arreglo, Chile estaría dispuesto a declarar neutral toda la provincia de Arica y conceder al puerto el status de “libre”
para Bolivia y Perú, a la vez de internacionalizar el ferrocarril Arica-La Paz.
A principios
de abril, según Gumucio, Collier envió un informe al secretario Kellogg en el
que transmitía el deseo del nuevo canciller chileno (Beltrán Mathieu) para
ganar la “amistad y gratitud” de Bolivia y lograr un acuerdo mediante
negociaciones que darían al país un puerto y a Chile compensaciones materiales
por este motivo.
Incluso
antes, el 28 de noviembre de 1925, según el mismo autor, “Barros informó a
Kellogg que personalidades y grupos poderosos e influyentes en Chile, y que no
integraban el Gobierno, eran partidarios de un arreglo diplomático directo que
debía incluir la partición de territorios o la venta del mismo a Bolivia”.
5. El quinto momento fue en 1950.
Todo comenzó con el intercambio de notas
diplomáticas entre el canciller chileno Horacio Larraín y el embajador
boliviano en Santiago, Ostria Gutiérrez.
En las notas
del 1 al y 20 de junio, Chile aceptaba “entrar formalmente en una negociación
directa destinada a buscar la fórmula (para) que pueda ser posible dar a
Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico, y a Chile obtener
compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulten efectivamente
sus intereses”.
Según la
interpretación del diplomático Ramiro Prudencio, ésta fue la única vez que
efectivamente Chile negoció a cambio de recursos que no sean territoriales.
Guzmán relata
que, en esos documentos, el Estado chileno se comprometía a negociar una salida
soberana al mar para Bolivia y se hablaba, de manera reservada, de compensar a
ese país con aguas del lago Titicaca a cambio de un corredor en Arica. En esto último no coincide Prudencio, quien afirma que las notas no
especifican la fuente del agua, sino que dicen “aguas del altiplano”.
Prudencio
dice que de haberse aceptado, la región andina habría quedado como un “erial”.
En las notas
no se mencionan las aguas del lago, sin embargo, Guzmán dice que “es bien
sabido que se referían a ellas. De hecho, ése
fue el motivo por el que no prosperó la posibilidad”. Cuando la gente en
Bolivia se enteró de que se estaban haciendo acuerdos con esos recursos
hídricos, se opuso. El
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que ese momento era la oposición,
“se agarró” de esa consigna para criticar a los gobiernos consecutivos que
participaron en la negociación, los de Mamerto Urriolagoitia y Hugo Ballivián.
“En cuanto se
hicieron públicas las conversaciones, la gente rechazó rotundamente compensar a
Chile con aguas nacionales.
Por otro
lado, el Perú también se opuso porque perdía por dos lados: primero se habría
malogrado su posibilidad de recuperar Arica en el futuro y por otro habría
perdido aguas del lago Titicaca, que son compartidas”.
Las
negociaciones salieron a la luz cuando el presidente estadounidense Harry
Truman habló de ellas, pues el mandatario chileno Gabriel González Videla le
había propuesto que Estados Unidos se encargue de la financiación del proyecto
de distribución de agua y de una planta hidroeléctrica para el norte de Chile.
“La noticia cayó muy mal”, cuenta Guzmán. Truman manifestó que “las aguas de las elevadas montañas andinas”, entre Bolivia y Perú, podían
servir para “hacer un jardín en la costa de Sudamérica, en el occidente de
Chile y Perú, dando a cambio a Bolivia un puerto en el Pacífico”, según el ensayo titulado El Problema de los estados mediterráneos en el
derecho internacional marítimo. Un estudio de caso: el diferendo
Bolivia-Perú-Chile, del mexicano Juan Carlos Velázquez, doctor en Ciencias
Políticas. “Tal declaración fue muy mal recibida en Perú”, señala Guzmán.
La reacción
de la población boliviana de ese tiempo no deja de tener semejanzas con el
rechazo popular generalizado de vender gas a Chile en 2003.
6. En 1961, el Estado chileno vuelve a proponer una salida soberana a cambio de
un aliciente de naturaleza económica y se insiste en retomar el espíritu de las
notas del 50.
La intención
se dio a conocer oficialmente a través de un memorándum que hacía llegar el
canciller chileno Manuel Trucco.
El documento
expresaba la voluntad de volver a emprender las conversaciones de 1950 y
transcribe las notas entre Larraín y Ostria.
“En ese escrito no se hace mención a la
hidroeléctrica ni al agua del lago, pues esa parte de las intenciones siempre
fue reservada. Sencillamente, se refería a una salida soberana sin
compensaciones territoriales; obviamente, se referían a recursos económicos de
otro tipo”, afirma Guzmán.
Esta vez
—interpreta el diplomático— el memorándum no era veraz. “Chile estaba a punto
de desviar las aguas del río Lauca y parece que expresa buenas intenciones para
mantener a Bolivia tranquila y distraer”. Como se supo
lo que se estaba tramando, el país tardó en responder al documento siete meses,
pues no se decidía qué posición asumir. Finalmente se alteró el curso del
afluente y se rompieron relaciones.
7. Finalmente,
la séptima oportunidad se dio en Charaña con Augusto Pinochet. 1975
En esa
ocasión, si bien se habla de un canje territorial, Bolivia también tenía que
comprar, a precio de reposición, el aeropuerto de Chacalluta en Arica, la parte
del ferrocarril que iba a quedar en territorio boliviano y todas las
inversiones que haya hecho Chile dentro de lo que fuese a quedar en Bolivia.
Por otra parte, el país tenía que renunciar a exigir cualquier derecho sobre el
río Lauca.
“Si bien la
compensación también era territorial, parte de todo el acuerdo incluía
remuneraciones y un recurso natural, el Lauca, por lo que se puede concluir que
Chile negoció, otra vez, por intereses económicos”, infiere.
Todo se cae
por una contrapropuesta de Perú en la que postula una tripartición que es
rechazada por Chile.
Adicionalmente,
los chilenos pedían una compensación territorial no sólo por la tierra, sino
también por las 200 mil millas marinas, es decir, aproximadamente 3.000
kilómetros cuadrados extra.
“Era
excesivo, Chile quería hacer un gran negocio que incluía el Lauca”.
Lo
reiterativo de las veces en que Chile negoció a cambio de un canje no
territorial deja a la afirmación corregida de Piñera (“los temas de soberanía
no se negocian por intereses económicos”) como una impostura, pues parece ser
que lo contrario ha sido el comportamiento recurrente del Estado chileno, tal
como sostiene Guzmán.
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