Trece camiones muertos. Asesinados. Trece elefantes
que se inclinaron ante los ojos de sus dueños o choferes cuando el fuego les
consumió lentamente la vida.
Una máquina que se estremecía llena de vida cada
mañana, cada día. Una máquina que nos ofrece su fuerza para realizar un
trabajo, una máquina que nos lleva donde queramos, un máquina fiel que solo
pide un buen trato y atención a sus necesidades básicas. Una máquina que muchas
veces es el único instrumento para llevar el sustento a una familia. ¿Todo esto lo sabrá el encapuchado, símbolo de
la cobardía, y que borracho de ideales enciende la bomba “molotov”, palabra nacida
en la cuna de la aberración, y la lanza inflamándose como un ángel de la
muerte?
No. No
lo sabe porque está ahíto con la idea de que tiene el DERECHO de a hacerlo. No
sabe lo que siente ese hombre -- con los brazos alzados y apuntado por el fusil-ametralladora
de última generación… si… última generación… que porta en ese momento un pobre diablo que
si no fuera por los poderes ocultos que hay detrás de todo esto no tendría ni siquiera
un palo para hacerse el valiente -- cuando ve como esa máquina, donde vivió la mayor
porte de su vida, se transforma en presa y trofeo de estos “patriotas internacionales”
Si, trece,
de los cientos que queman al año en nombre de la igualdad, en nombre de los mapuches,
en nombre de un pueblo que solo quieren JUSTICIA con mayúscula y paz. Sin olvidar la gran deuda que tiene el estado
con ellos y con los demás chilenos desposeídos y humillados (casas Copeva) en
un país de triunfadores entre comillas. Y no este baile de máscaras y que se
convierte en orgía demoniaca e injusta. Un camión destruido es un empleo que se
hace humo.
Sin
embargo cuando estos espectros se levantaron y se dirigieron a al corazón del país
para mostrar su realidad a los responsables de ella... estos pobres se asustaron. Miraron su
destino. Y se enredaron, se confundieron, hicieron ademanes de gente asustada,
sus rostros palidecieron, y sus mentiras crecieron y sus escusas se agrandaron
y buscaron justificación, porque no solo vieron los camiones quemados injustamente
sino también el recuerdo de otros camiones que un día les hicieron temblar el
alma.
Camiones muertos
que asustaron a los seudo poderosos… porque no lo son… solo son oportunistas
como las plagas. Están ahí porque bajamos las defensas… creímos que no
votando era una forma de castigarlos, pero nos equivocamos… y ahora todo es un
caos… no hablo de la corrupción de los políticos sino del poder que les dimos
para terminar el sueño de Allende, como lo declaró la presidenta; para emular
la patria de Bolívar como lo hizo ayer Chávez y lo continua hoy Maduro sin
importarle un bledo el pueblo. Es curioso porque yo, sin darme cuenta, vi todo
el proceso de la caída de Venezuela y no podía no exclamar… ¡es la UP mi madre,
es la UP!… a través de un canal que, como el último gladiador, luchó hasta que
fue derrotado por dentro, la única manera, tal como Troya y su caballo. Globovisión.
Honor al caído.
Y esos que
están ahí, en un lugar que no les corresponde, apretando los dientes y con los
ojos cerrados destruyendo a Chile… ayer... si, ayer, tuvieron miedo. Tuvieron miedo de trece
camiones muertos. Y que cuando,
temblorosos, autorizaron su paso a la mitad de ellos… la caravana cruzó la
ciudad sin un solo desorden... aparte del alboroto de los rojos locos que
vieron en ellos su derrota... y sin que se
detuviera el tránsito en ningún momento, como lo proclamaban en voz en cuello. Nada.
No sucedió nada. La carta fue entregada y después silencio y calma.
¿Qué les
pasó? ¿Qué hizo que temblaran como hojas? Solo hay una sola respuesta clara y concisa…
tuvieron miedo porque la criminal muerte de una sola de estas máquinas representa mucho
para un pueblo esforzado y honesto como el chileno. Y ahora, por más que trataron de impedirlo, estaban ahi... los muertos... frente al mundo, ya no se podían ocultar tras la indiferencia y la distancia. Y tuvieron miedo de que sus
sueños de paja también se hicieran humo… lo que no va a dejar de ser cierto,
porque ayer saltó una chispa muy cerca, muy cerca y porque nunca es tarde.
Nunca es tarde.
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Nostalgia de un viejo puerto. |
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